Durante décadas, Victoria Beckham fue vista como el símbolo de la elegancia británica, una figura aparentemente perfecta que pasó de conquistar los escenarios con las Spice Girls a construir un imperio en la moda. Siempre impecable, reservada y con una imagen calculada al milímetro, la diseñadora proyectaba una fortaleza inquebrantable.
Sin embargo, detrás de esa fachada de control y glamour, la ex “Posh Spice” escondía una batalla personal que enfrentó en silencio, incluso ante los ojos de su esposo, David Beckham.
En su reciente documental de Netflix, la empresaria decidió romper ese silencio y hablar por primera vez sobre el trastorno alimentario que padeció durante años.
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Victoria confesó que durante su juventud y los primeros años de su fama desarrolló una relación poco saludable con la comida y con su cuerpo, marcada por la presión mediática que la acompañó desde el inicio de su carrera.
Cuando tienes un trastorno alimentario, te vuelves muy buena para mentir. Nunca fui honesta con mis padres ni hablé del tema públicamente.
La diseñadora explicó que los crueles apodos y titulares que la señalaban como “Porky Posh” o “Skinny Posh” afectaron gravemente su autoestima, hasta el punto de que ni siquiera pudo confiar en su entorno más cercano.
Durante años, ese silencio se convirtió en una carga que la acompañó incluso en los momentos más exitosos de su carrera. Ni la fama, ni el matrimonio, ni su éxito empresarial lograron ocultar del todo las secuelas emocionales que le dejó esa etapa.
Además, Victoria reconoció que también ha lidiado con otros problemas de salud, como el acné adulto, que le generaron inseguridad en una industria donde la perfección física parece ser una regla no escrita.
Hoy, a sus 51 años, la empresaria busca dar visibilidad a temas como la salud mental y los trastornos alimentarios, recordando que incluso las figuras más admiradas pueden cargar con luchas invisibles. Con su testimonio, deja claro que hablar de vulnerabilidad no es una debilidad, sino un acto de valentía.