En una industria que durante décadas impuso estándares uniformes y excluyentes, la llegada de Winnie Harlow significó una revolución.
Nacida como Chantelle Brown-Young en Toronto, Canadá, esta modelo con ascendencia jamaiquina fue diagnosticada a los cuatro años con vitiligo, una condición autoinmune que destruye los melanocitos, las células encargadas de pigmentar la piel.
Y a pesar del bullying y las dificultades sociales que enfrentó en su infancia, Winnie no solo logró hacerse un lugar en el mundo de la moda, sino que se convirtió en un símbolo internacional de inclusión, orgullo y resiliencia.
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Descubierta en redes sociales por Tyra Banks, fue la primera mujer con vitiligo en concursar en America’s Next Top Model, y aunque no ganó, su participación marcó un antes y un después.
Desde entonces, ha protagonizado campañas de marcas como Marc Jacobs, Nike, Desigual y Puma, y ha sido portada de revistas como Vogue, Elle y Glamour.
Su presencia no solo impactó visualmente: obligó a la industria a repensarse, a abrir espacio a otras formas de belleza y, sobre todo, a visibilizar un trastorno cutáneo que afecta entre el 0.5% y el 2% de la población mundial.
Pero su legado va más allá de las pasarelas. Harlow es también empresaria: fundó CAY Skin, una línea de productos para el cuidado de la piel inspirada en su experiencia personal.
Lo que Winnie Harlow ha dado a esta condición representa una victoria colectiva. No solo para quienes padecen vitiligo, sino para todas las personas que han sentido que su cuerpo no encaja en los moldes tradicionales.