La piel es el órgano más grande del cuerpo y, tras una cirugía, requiere de cuidados específicos para sanar correctamente. No se trata solo de una cuestión estética, sino de favorecer una recuperación saludable que evite complicaciones y minimice la formación de cicatrices visibles.
Después de una intervención quirúrgica, los primeros días son determinantes, es fundamental seguir al pie de la letra las indicaciones médicas, mantener la herida limpia y seca, y evitar retirar costras o puntos por cuenta propia. Estos pasos simples permiten que la piel regenere su barrera natural sin interrupciones, reduciendo el riesgo de infecciones y marcas permanentes.
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Una vez retirada la sutura, el siguiente paso es la hidratación, el uso de cremas con ingredientes como pantenol, centella asiática o ácido hialurónico ayuda a restaurar la elasticidad de la piel, además, los productos con silicona médica, en forma de gel o parche, son recomendados por dermatólogos para suavizar cicatrices y mejorar su apariencia con el paso del tiempo.
Otro hábito esencial es la protección solar, los rayos UV pueden oscurecer las cicatrices y retrasar el proceso de regeneración, por ello, se recomienda aplicar protector solar de amplio espectro todos los días, incluso en interiores, y reaplicarlo cada tres horas. Una exposición controlada al sol es indispensable para evitar manchas y pigmentaciones irregulares en la zona afectada.
La alimentación también influye directamente en la recuperación cutánea. Una dieta rica en proteínas, vitamina C, zinc y colágeno favorece la cicatrización desde dentro. Beber suficiente agua y evitar el consumo de tabaco o alcohol ayuda a que la piel conserve su humedad y capacidad de regenerarse naturalmente.
Por último, la paciencia es fundamental, una cicatriz puede tardar varios meses en madurar y cambiar de aspecto. Mantener una rutina constante, evitar productos irritantes y consultar a un dermatólogo en caso de enrojecimiento o dolor anormal garantizarán un resultado más estético y saludable.