La actriz Kelley Mack, reconocida por su papel como Addy en la serie The Walking Dead, falleció el pasado fin de semana en Cincinnati a los 33 años, tras enfrentar un agresivo tumor en su sistema nervioso central. Su familia confirmó la noticia este martes a través de un comunicado que destaca su fortaleza y amor por el arte incluso en sus últimos meses de vida.
Según lo detallado por sus padres, Kristen y Lindsay Klebenow, el diagnóstico llegó en enero de este año, cuando Mack fue informada de que padecía un astrocitoma, un tipo de tumor maligno que afecta al cerebro o la médula espinal. Este tipo de glioma difuso de la línea media es poco común en adultos, pero extremadamente agresivo, como señalan especialistas del Centro de Tumores Cerebrales de la Universidad de California en San Francisco.
En una publicación en su cuenta de Instagram a inicios de 2025, Mack compartió que comenzó a experimentar dolores en la parte baja de la espalda. Inicialmente pensó que se trataba de una hernia discal. Sin embargo, los síntomas se intensificaron con el tiempo, hasta que el dolor le impidió acostarse y tuvo que dormir sentada durante semanas.
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Una resonancia magnética de urgencia reveló una masa anormal en la médula espinal. Luego de someterse a una biopsia, Mack perdió gran parte de la movilidad en sus piernas y comenzó a usar una silla de ruedas. Aun así, no se detuvo. Continuó compartiendo actualizaciones sobre su salud y su trabajo actoral, incluyendo avances de Universal, una cinta independiente en la que había participado antes del diagnóstico.
En marzo, publicó un video en el que subía lentamente una escalera, mostrando avances en su rehabilitación. “Es algo muy importante para mí”, escribió. Pese a los altibajos, su espíritu se mantuvo firme.