En el mundo del bienestar, pocas elecciones parecen tan simples y, a la vez, tan cargadas de dudas como la del yogurt. ¿Natural o griego? ¿Light o completo? ¿Con fruta o sin azúcar? Acompañado de granola o en su forma más pura, este alimento fermentado ha pasado de ser un clásico del desayuno a un símbolo del healthy lifestyle. Pero ¿cuál es realmente la mejor opción?
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, los alimentos fermentados como el yogurt son grandes aliados de la microbiota intestinal. Esto lo convierte no solo en un alimento reconfortante, sino también en un regulador digestivo natural y un refuerzo inmunológico. Pero no todos los yogures son iguales y la diferencia más evidente radica en los macronutrientes:
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El yogurt regular suele tener entre 8 y 10 gramos de proteína por cada 100 gramos, con un contenido de grasa que va de 3 a 5 g.
El light, aunque similar en proteínas, reduce considerablemente las grasas.
El griego, por otro lado, destaca por su alto contenido proteico (hasta 10 g por porción) y su menor cantidad de carbohidratos, debido al proceso de filtración que lo espesa y concentra.
Sin embargo, la nutrición va más allá de las calorías. pues el yogurt también es una fuente destacada de calcio y vitamina B12, esenciales para la salud ósea y neurológica. Aunque el yogurt griego puede perder parte del calcio en la filtración, gana en textura y saciedad.
¿La recomendación? Optar por yogures naturales o griegos sin azúcar añadido, combinarlos con frutas frescas o nueces y evitar las versiones saborizadas ultraprocesadas. Además, si buscas una digestión más ligera, el yogurt es ideal para quienes tienen intolerancia parcial a la lactosa.