"Estás exagerando", "eso nunca pasó", "lo estás inventando"... Si alguna vez has escuchado estas frases repetidamente en una relación, podrías haber sido víctima de gaslighting, una forma sutil pero peligrosa de abuso emocional.
El término proviene de la obra de teatro Gas Light (1938), llevada al cine en 1944, donde un hombre manipula a su esposa hasta hacerle creer que está perdiendo la cordura.
En la actualidad, el gaslighting ha cobrado nueva relevancia en conversaciones sobre salud mental y relaciones tóxicas, especialmente en redes sociales. La psicóloga Robin Stern, autora de The Gaslight Effect, lo define como una forma de manipulación que te hace cuestionar tu percepción.
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Es una técnica de manipulación emocional en la que una persona busca sembrar dudas en otra, haciéndola cuestionar su memoria, percepción o juicio.
Las consecuencias pueden ir desde la confusión constante, la pérdida de autoestima, hasta síntomas de ansiedad o depresión. En muchas ocasiones, la víctima se aísla y comienza a depender emocionalmente de su agresor, creyendo que todo lo malo es culpa suya.
El gaslighting puede aparecer en relaciones de pareja, familiares, laborales e incluso entre amistades. Algunas señales de alerta incluyen: sentirte constantemente culpable, dudar de lo que recuerdas o percibir que tu versión de los hechos siempre es puesta en duda.
Buscar apoyo terapéutico y compartir lo vivido con personas de confianza puede ser clave para recuperar tu voz, tu historia, tu verdad y tu propia realidad.