Tras una ruptura, solemos buscar respuestas, señales o incluso segundas oportunidades que sólo postergan el inevitable proceso de duelo. Es ahí donde entra en juego una de las estrategias emocionales más poderosas y comentadas en la actualidad: el Contacto Cero.
Lejos de ser una moda pasajera, esta práctica se ha consolidado como una herramienta de salud mental avalada por expertos para ayudar a las personas a poner límites y recuperar su paz interior.
El contacto cero implica cortar toda forma de comunicación con una expareja: sin llamadas, mensajes, redes sociales, encuentros casuales o “revisiones nocturnas” en Instagram.
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La razón no es castigar al otro, sino protegerse a si mismo del vaivén emocional que impide avanzar, lo que a decir de psicólogos como Silvia Congost y Walter Riso significa una técnica de autocuidado que ayuda a desintoxicar el apego emocional, el cual no implica olvidar, sino respetarse.
Diversos estudios sobre dinámicas post-ruptura han demostrado que el contacto continuo prolonga el dolor, aumenta la idealización de la relación y dificulta el cierre emocional. Por el contrario, quienes aplican el contacto cero tienen más probabilidades de desarrollar resiliencia, recuperar su autoestima y construir nuevas etapas de su vida desde el amor propio.
Si bien puede parecer una medida radical o dolorosa al inicio, este método se ha convertido en un recurso valioso para quienes desean dejar atrás una relación tóxica o no correspondida con madurez y dignidad.
¿Contacto Griis?
Cuando hay hijos de por medio, el Contacto Cero no puede aplicarse de forma estricta, pero sí puede adaptarse. En estos casos, lo recomendable es establecer una comunicación limitada, clara y exclusivamente relacionada con los hijos, sin involucrar temas personales ni emocionales.
Esta modalidad, conocida como Contacto Gris, permite mantener el bienestar emocional propio y de los niños, evitando conflictos innecesarios y priorizando siempre la estabilidad familiar.