En muchas cocinas, la cáscara de limón termina en el bote de basura después de exprimir su jugo. Sin embargo, esta piel perfumada encierra un cóctel de nutrientes y propiedades que la han convertido en un ingrediente estrella para la gastronomía, la cosmética y la medicina natural.
Estudios publicados en el Journal of Food Science and Technology han demostrado que la cáscara de limón contiene una concentración elevada de vitamina C, flavonoides y aceites esenciales con potentes propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
Estos compuestos no solo ayudan a combatir el daño celular causado por los radicales libres, sino que también favorecen la salud cardiovascular y refuerzan el sistema inmune.
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La pectina presente en la cáscara actúa como fibra soluble, regulando el tránsito intestinal y contribuyendo al control de los niveles de colesterol. Por su parte, el limoneno, uno de sus aceites esenciales más abundantes, ha sido estudiado por su posible papel en la prevención de ciertos tipos de cáncer, según investigaciones de la Universidad de Arizona.
En el mundo de la belleza, la ralladura y los extractos de cáscara se utilizan para exfoliar la piel, iluminar el rostro y fortalecer las uñas. En gastronomía, aporta un aroma fresco y un toque vibrante a postres, infusiones, aderezos y platos salados.
La mejor manera de consumir cáscara de limón es optar por frutas orgánicas, libres de pesticidas. Se puede rallar finamente para condimentar o infusionar, secar para preparar té, o incluso congelar para disponer de ella todo el año.
El próximo limón que cortes puede ser mucho más que unas gotas de jugo: podría ser una dosis extra de salud y frescura.