La cáscara de granada, ese elemento que normalmente descartamos al disfrutar de esta exótica fruta, esconde un verdadero tesoro medicinal. Utilizada durante siglos en la medicina tradicional persa, china e india, esta parte de la Punica granatum está cargada de antioxidantes, polifenoles, flavonoides, taninos y ácidos fenólicos que han captado la atención de la ciencia moderna.
¿Qué hace a la cáscara de granada tan especial? Según un estudio publicado en Food & Function, los extractos de su cáscara poseen una capacidad antioxidante incluso superior a la pulpa.
Estas propiedades ayudan a combatir los radicales libres, reduciendo el estrés oxidativo responsable del envejecimiento celular y enfermedades crónicas. Además, contiene compuestos antiinflamatorios que favorecen la salud digestiva, ayudando en casos de colitis, úlceras gástricas e infecciones intestinales.
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Otro de sus beneficios clave es su poder antibacteriano y antiviral. Investigaciones de la Journal of Ethnopharmacology han demostrado su efectividad contra bacterias como E. coli o Staphylococcus aureus, lo que la convierte en un excelente aliado natural para fortalecer el sistema inmune.
También se le atribuyen propiedades cicatrizantes, ideales para tratar heridas leves y afecciones cutáneas, mientras en el mundo de la cosmética natural, la cáscara de granada es utilizada para preparar mascarillas que purifican la piel, regulan el exceso de grasa y previenen el acné.
Su alto contenido en ácido elágico también ayuda a inhibir la degradación del colágeno, lo que le da un valor añadido como ingrediente antienvejecimiento.
Para aprovecharla en casa, puedes secarla al sol, triturarla y convertirla en polvo para preparar infusiones, cataplasmas o mascarillas. Sin embargo, los expertos recomiendan consultar con un especialista antes de iniciar cualquier tratamiento, especialmente si se desea usar con fines terapéuticos.