En un rincón aún no invadido por el turismo masivo, se esconde un edén que podría confundirse con cualquier postal caribeña. Arena blanca, aguas turquesa, manglares, delfines y arrecifes de coral milenarios... no, no hablamos de Cancún ni Cozumel. Esta es la Isla de Lobos, un paraíso natural escondido frente a la costa norte de Veracruz, en el municipio de Tamiahua.
Con tan solo dos kilómetros cuadrados, esta isla, declarada Área Natural Protegida, permanece casi intacta. Sus playas vírgenes, su fauna marina y su ambiente sereno la convierten en una de las joyas más sorprendentes del Golfo de México.
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No hay hoteles ni restaurantes, solo la inmensidad del mar, el canto de las aves y el vaivén de las olas. Es un destino donde la naturaleza dicta el ritmo.
Pocas personas saben que esta isla, hoy paraíso de ecoturismo, fue testigo de la actividad petrolera en los años 60. Incluso aún se puede ver el canal que atraviesa su interior, creado para facilitar el mantenimiento a pozos marinos.
Paradójicamente, al día de hoy es un refugio para peces y otras especies marinas. Su nombre, Isla de Lobos, remite a tiempos coloniales, cuando aquí habitaban focas monje del Caribe, hoy extintas.
Isla de Lobos forma parte del Sistema Arrecifal Lobos-Tuxpan, el segundo más grande del Golfo, y uno de los más antiguos de México. Sus arrecifes, con más de 200 años de historia, son hogar de una fascinante biodiversidad: peces de colores, tortugas marinas, esponjas, e incluso restos de barcos hundidos.
Sus aguas poco profundas son perfectas para flotar y contemplar el horizonte. Y si lo tuyo es caminar, puedes pasear entre palmeras, manglares y sentir el silencio de un lugar que parece suspendido en el tiempo.
La isla se encuentra a aproximadamente una hora en lancha desde Tamiahua o dos desde Tuxpan. Los tours suelen durar medio día e incluyen equipo para snorkel para Isla de Lobos: asombro puro, sin filtros ni artificios.