Anoche, Fátima Bosch se convirtió en la nueva Miss Universe, un triunfo histórico que puso a México en lo más alto y que desató celebración en redes y medios internacionales.
Su coronación no solo marcó un antes y un después en los certámenes de belleza, también abrió una conversación importante sobre su historia personal, pues detrás del brillo del escenario hay una joven que ha enfrentado desafíos desde la infancia.
Antes de portar la corona, Fátima creció con dislexia y TDAH, diagnósticos que moldearon su carácter y que hoy comparte con honestidad para inspirar a miles.
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Desde muy pequeña, Fátima tuvo dificultades que no eran fáciles de entender en su entorno escolar. La lectura, la concentración y las tareas cotidianas requerían un esfuerzo mayor, y eso la llevó a pasar horas extra estudiando y recibiendo apoyo de tutores. Pero el reto no se quedó ahí pues también enfrentó burlas, falta de paciencia y señalamientos que lastimaron esa etapa de su vida.
A pesar de ello, Fátima asegura que nunca se vio como víctima. Con el tiempo entendió que esas experiencias la estaban preparando para convertirse en una mujer empática, disciplinada y resiliente.
Detrás de su triunfo académico y profesional hay disciplina y constancia. Fátima ha contado que tuvo que estudiar “el triple” para mantenerse al nivel de los demás, un esfuerzo que dio resultado y que hoy recuerda con orgullo.
Ese compromiso la acompañó hasta llegar al certamen más importante del mundo, donde anoche brilló con seguridad, contundencia y una historia que tocó al público.
Ahora, desde el escenario más visible de su carrera, Fátima Bosch utiliza su voz para hablar de los trastornos con los que creció y del impacto que pueden tener cuando se les acompaña con empatía. Además de su reinado, impulsa proyectos sociales y ambientales, convirtiendo su historia en un mensaje que inspira a quienes viven situaciones similares.