¿Alguna vez sentiste que debías sonreír aunque todo te doliera por dentro? Esa presión constante por “ver el lado bueno” tiene un nombre: positividad tóxica, y según especialistas en psicología, puede ser igual de dañina que ignorar un problema, negar las emociones incómodas no solo bloquea el bienestar emocional, también obstaculiza el desarrollo de la resiliencia. Así lo explican autores como Mark Manson, la terapeuta Sally Baker y el psicólogo Antonio Rodellar, quienes coinciden en que aceptar nuestra tristeza, frustración o miedo es el primer paso para atravesar momentos difíciles con autenticidad.
¿Qué es la positividad tóxica?
A diferencia de la psicología positiva que propone enfocar la atención en lo que da sentido a la vida, la positividad tóxica exige alegría permanente, incluso en medio del sufrimiento. Esta práctica social nos aleja de nuestras emociones reales y puede generar culpa por no sentirnos “bien”, incluso cuando sería perfectamente humano no estarlo.
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“Negar lo que sentimos no solo no hace que esos sentimientos desaparezcan, sino que a menudo los intensifica”, advierte Manson, autor de El sutil arte de que (casi todo) te importe un carajo.
El psicólogo Antonio Rodellar lo resume así: nuestras emociones son herramientas, no obstáculos. La tristeza, el enojo y el miedo tienen un propósito evolutivo: alertarnos, movilizarnos, hacernos reflexionar. Callarlas solo nos desconecta de lo que necesitamos atender.
Fingir bienestar no nos hace más fuertes
De acuerdo con la terapeuta Sally Baker, la presión por “estar bien” todo el tiempo no solo agota, sino que deslegitima experiencias que podrían servirnos para crecer. Cuando reprimimos nuestras emociones, también frenamos la oportunidad de construir fortaleza emocional, en cambio, al nombrar y validar lo que sentimos, cultivamos algo más valioso: la resiliencia.
Aceptar lo que sentimos, incluso cuando es doloroso, es esencial para el crecimiento personal.
El problema no es sentir, sino ignorar lo que sentimos
Ignorar el malestar no te hace fuerte, te hace vulnerable a explotar más tarde, la clave está en aceptar la experiencia emocional completa, sin pretender que todo está bien cuando no lo está. Validar tus emociones no significa rendirse ante ellas, sino darles el espacio necesario para procesarlas y aprender de ellas.
Entonces, ¿qué hacer?
- No minimices lo que sientes ni lo disfraces de “todo bien”.
- Permítete sentir sin culpa.
- Habla con personas que te escuchen sin juzgar.
- Considera la ayuda profesional si lo necesitas.