Aunque suena contradictorio, muchas veces nos aferramos con más fuerza a quien más daño nos hace. Sabemos que no es sano, que no nos sentimos bien en esa relación, pero aun así seguimos ahí. ¿Te ha pasado? La psicología tiene varias respuestas para esto.
1. El apego emocional no siempre es lógico
Según expertos en salud mental, una de las principales razones por las que es tan difícil dejar ir a alguien es el tipo de apego que generamos. Cuando tenemos heridas emocionales no resueltas (como abandono, rechazo o falta de afecto en la infancia), tendemos a formar vínculos desde la carencia, y no desde el amor sano.
Este tipo de apego puede hacer que confundamos amor con dependencia, o dolor con intensidad. Y ahí es donde nos enganchamos, incluso si estamos sufriendo.
Te podría interesar
2. El cerebro se vuelve adicto a ciertos patrones
Sí, así como lo lees. Diversos estudios han demostrado que estar en una relación tóxica puede generar una especie de adicción emocional. Nuestro cerebro se acostumbra a los ciclos de recompensa y castigo, cuando todo va mal sufrimos, pero cuando esa persona “nos da migajas” de atención o afecto, sentimos alivio y eso refuerza el vínculo.
Esa montaña rusa emocional genera una sensación de "enganche", parecida a una adicción, donde dejar a esa persona se siente como un “síndrome de abstinencia”.
3. Miedo a estar sola/o o al “qué sigue”
Otra razón es el miedo. A veces, dejar a esa persona implica enfrentarnos a nuestra soledad, a lo desconocido o a volver a empezar. Aunque estemos mal, el cerebro prefiere lo conocido. Y esa incomodidad se vuelve una zona de aparente confort.
Además, hay una falsa creencia de que “algo es mejor que nada”, lo cual puede hacer que toleremos relaciones que no merecemos.
4. La idealización: ves lo que podría ser, no lo que es
Una trampa muy común es quedarnos enganchados no a la persona real, sino a la idea de lo que “podría llegar a ser”. Nos aferramos a esos pequeños momentos de luz, pensando que todo puede cambiar, que esa persona puede mejorar y eso nos mantiene atadas/os al pasado o a una promesa que probablemente nunca llegará.
¿Cómo empezar a soltar?
Soltar no es de un día para otro, pero sí se puede trabajar poco a poco, así que aquí te van algunos pasos que recomiendan psicólogos:
- Aceptar la realidad tal como es, no como quisiéramos que fuera.
- Tomar distancia emocional, aunque duela. Bloquear o dejar de seguir no es inmaduro, es autocuidado.
- Buscar ayuda terapéutica y entender de dónde vienen nuestros patrones es clave para no repetirlos.
- Recordar que mereces un amor tranquilo, no uno que te haga dudar de ti.
Soltar duele, pero aferrarse a lo que daña duele mucho más. Entender por qué cuesta tanto dejar ir es el primer paso para sanar. Y aunque al principio parezca difícil, con el tiempo te vas a dar cuenta de que cerraste una puerta que jamás debiste haber mantenido abierta tanto tiempo.