INVESTIGACIÓN DE EXPERTOS

Una sesión de ejercicio podría frenar el cáncer: revelan estudio en sobrevivientes de la enfermedad

Investigadores de la Universidad Edith Cowan demostraron que una sola rutina de fuerza o intervalos de alta intensidad disminuye hasta en 30% el crecimiento celular tumoral

El ejercicio beneficia.Créditos: Canva
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Durante años, la oncología ha buscado aliados más allá de los fármacos y la cirugía. Hoy, la ciencia confirma que uno de esos aliados está al alcance de todos: el ejercicio físico.

Una investigación reciente de la Universidad Edith Cowan, en Australia, ha demostrado que una sola sesión de entrenamiento, ya sea de fuerza o de intervalos de alta intensidad, puede reducir entre un 20 y un 30% el crecimiento de células cancerosas en sobrevivientes de cáncer de mama.

El mecanismo detrás de este hallazgo es fascinante. Los músculos, al contraerse, liberan mioquinas: pequeñas proteínas que actúan como mensajeros con funciones antiinflamatorias y anticancerígenas, según explicó Francesco Bettariga, líder del estudio.

El ejercicio se convierte en una intervención terapéutica con abundante evidencia que respalda su eficacia y seguridad como ‘medicamento’ contra el cáncer

Entre las moléculas identificadas, destacan la decorina, la interleucina-6 y la SPARC, todas vinculadas con la inhibición de tumores. Tras una sesión de ejercicio, los niveles de estas proteínas se elevaron hasta en un 47%, generando un entorno biológico menos favorable para la proliferación de células malignas.

Este hallazgo no es aislado. El ensayo CHALLENGE, realizado en Canadá y Reino Unido con casi 900 pacientes de cáncer de colon, reveló que aquellos que siguieron un programa de ejercicio aeróbico estructurado durante tres años presentaron un 37% menos de riesgo de muerte y un 28% menos de recurrencia tumoral.

En Europa, expertos como Charles Swanton, del Instituto del Cáncer de Londres, coinciden en que la actividad física ofrece beneficios tangibles incluso sin necesidad de fármacos.

Mientras tanto, Christopher Booth, de la Universidad Queen’s en Canadá, enfatiza que un plan de ejercicios adaptado, acompañado por profesionales, puede marcar la diferencia entre la recaída y la recuperación duradera.

Más allá de los números y los laboratorios, el mensaje es claro: moverse importa. Caminar, nadar, pedalear o levantar pesas no solo fortalece el corazón y los músculos, también activa defensas internas que ayudan a frenar la enfermedad.

Hoy, mientras la investigación avanza hacia comprender los efectos a largo plazo, la recomendación de los especialistas es sencilla y poderosa: realizar entre tres y cuatro sesiones semanales de actividad física moderada a intensa. Un hábito cotidiano que, con disciplina y acompañamiento, puede convertirse en una medicina silenciosa, accesible y profundamente transformadora.