En México, el lujo no siempre se mide en mármol y diseño contemporáneo. A veces, se esconde entre muros de piedra, patios con naranjos centenarios y frescos desvaídos por el tiempo. Existen hoteles que no solo ofrecen descanso, sino una auténtica inmersión en la historia. Haciendas coloniales, antiguos conventos, casonas virreinales o incluso zonas arqueológicas convertidas en santuarios de hospitalidad: todos forman parte de una red de alojamientos que invitan a detener el reloj.
Uno de los más emblemáticos es Hacienda Uayamon, en Campeche, una joya del siglo XVIII restaurada por la cadena Luxury Collection. Rodeada de selva y a pocos kilómetros de la zona arqueológica de Edzná, sus ruinas parcialmente integradas a los jardines crean una atmósfera de novela.
Te podría interesar
En Yucatán, Hacienda Temozón permite caminar entre corredores que alguna vez fueron el corazón del auge henequenero. El aroma a piedra húmeda y las puertas talladas a mano conviven con piscinas infinitas, spas de primer nivel y cenas bajo las estrellas.
Más al centro del país, en Guanajuato, el Antiguo Convento Dieguino, hoy parte del Hotel Boutique 1850, conserva criptas y columnas barrocas en pleno corazón de la ciudad. En Puebla, el Hotel Cartesiano fusiona perfectamente un inmueble del siglo XVII con alas contemporáneas que ofrecen gastronomía de autor y tratamientos de bienestar.
Quizá uno de los más insólitos es Hotel Quinta Real Zacatecas, construido dentro de una plaza de toros del siglo XIX. La arena original sirve hoy de patio central donde se celebran cenas a la luz de las velas y conciertos privados.
En Oaxaca, Casa Oaxaca ha ganado prestigio internacional no sólo por su elegancia sobria y raíces coloniales, sino también por su cocina de autor liderada por Alejandro Ruiz, uno de los chefs que ha puesto el nombre de Oaxaca en la alta gastronomía global.
Estos hoteles son más que destinos: son cápsulas del tiempo cuidadosamente intervenidas, que celebran la riqueza patrimonial de México sin renunciar al confort contemporáneo.