Durante décadas, Machu Picchu fue sinónimo de asombro, espiritualidad y conexión con la historia ancestral. Pero en 2025, ese símbolo de identidad peruana ha entrado en una lista impensada: la de los destinos turísticos que “ya no valen la pena visitar”, según la publicación internacional Travel and Tour World.
El motivo no es menor: la saturación turística, la gestión deficiente y un aumento alarmante de visitantes han comenzado a erosionar su legado.
A simple vista, la ciudadela inca sigue siendo majestuosa. Pero el entorno es otra historia: largas filas bajo el sol, boletos revendidos a precios exorbitantes, horarios desorganizados y un ambiente más cercano al de un parque temático que al de un sitio sagrado.
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Los datos oficiales son contundentes: rutas que deberían recibir 450 personas al día están recibiendo hasta 700. Caminos incaicos deteriorados, áreas arqueológicas expuestas a pisoteo constante y una UNESCO cada vez más inquieta.
La Contraloría también ha levantado bandera roja, mientras algunos sectores del gobierno impulsan medidas polémicas como ampliar el aforo a 27 mil visitantes diarios con entradas a precios subsidiados y tiempos de visita limitados a una hora.
El contraste entre su reputación internacional y la experiencia real en 2025 no podría ser más crudo. Aguas Calientes, la ciudad base para ingresar al santuario vive una burbuja de precios: hoteles duplicados, comidas exprés con precios de lujo y servicios colapsados, dejando en el aire la pregunta ¿cuánto le queda antes de perder su esencia?